Laje, Agustín
Desde hace bastante tiempo que la cultura parece ser un tema de las izquierdas. En ellas resuenan nombres como Antonio Gramsci, y destacan escuelas como la de Frankfurt. En ésta se escruta la microfísica del poder con Michel Foucault a la cabeza, y se impulsan estrategias hegemónicas con los favores teóricos de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Como parte de las mismas, se habla de revoluciones culturales, de deconstrucción, de “políticas identitarias”, de “interseccionalidad”, de sexo, de género, de raza, de etnias, de opresores y oprimidos, cada vez más definidos por la cultura en detrimento de la centralidad que alguna vez tuvieron la tecnología, el mercado, las industrias y las clases en el discurso económico marxista. Porque la cultura, desde ya hace varias décadas, es sin dudas el campo de los antagonismos políticos favoritos de las izquierdas hegemónicas. Desde hace mucho menos tiempo, sin embargo, la cultura empieza a ingresar en el discurso de las derechas. Concretamente, la noción de “batalla cultural” hoy está en boca de libertarios antiprogresistas, conservadores, tradicionalistas y patriotas. Todos ellos hablan hoy de “batalla cultural”. Pero, hasta el presente, nadie ha especificado muy bien qué quiere decir semejante término. Y sin esta precisión teórica, es difícil que eso signifique algo realmente importante en la práctica.