Beah, Ishmael
Sierra Leona, 1993, Ishmael Beah tiene sólo doce años, pero es algo más que un niño. Es miembro del ejército del Consejo Provisional del Gobierno Nacional y ya sabe lo que es matar a un hombre. El y cinco niños más que vagaban por el campo como consecuencia de la devastadora guerra civil fueron descubiertos por soldados adultos, recibieron comida y agua y a cambio se les enseñó a manejar armas, a camuflarse, a ser leales a sus compañeros y sumisos con sus superiores, a odiar a sus enemigos y a torturar. Unos meses antes Ishmael y su hermano soñaban con ser cantantes de rap. Pero ahora no se les concede más tiempo para ser inocentes. Enrolado en el ejército Ishmael participó en un aquelarre de destrucción, crueldad y drogas, y convirtió la violencia en su hábitat natural: había perdido el amor a la vida y el respeto por los seres humanos. Hasta que un día un grupo de Naciones Unidas sacó a los niños del campamento y los llevó a un centro de rehabilitación. La reconstrucción de las emociones humanas más complejas que permanecían aletargadas fue un proceso lento, a cuyo término, Ishmael sintió que estaba en deuda con el mundo: tenía que contar su historia, sin apósitos, sin sentimentalismo, tenía que volver a mirar cara a cara el horror y escribirlo, dar testimonio. Había recorrido un largo camino, y a través de la escritura nos daría la oportunidad de que lo recorriéramos con él.