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Liksom, Rosa
La chica sube al vagón de cola del tren, repara en un hombre que se tambalea por el pasillo, y desea que no se dirija a su compartimento, el número 6. Su deseo es inútil, y se sienta en su cama, frente a aquel desconocido que irradia un frío glacial. Ambos guardan silencio cuando el Transiberiano se pone en marcha con una sacudida, dejando atrás la noche helada y seca de Moscú. Ella quiere alejarse de ahí porque necesita distanciarse de su propia vida, con su dicha y su desdicha, pero ahora siente nostalgia. Él le sirve un vaso de té oscuro y comienza a hablar con aspereza. Va a tener que escucharle hasta el final, mientras la locomotora silba, los raíles chirrían, y el traqueteo del tren golpea metálico recorriendo la estepa.