Navarro, J. P.
Entre guitarras y mates, el señor Vargas, un ex combatiente de la guerra por las islas Malvinas, y el joven Edward Fibonacci se encierran en un escenario acogedor, límpido y, a su vez, tétrico. El joven Edd vive experiencias personales que le destruyen la cordura y, como consecuencia de ello, vaga en un umbral deprimente sin ser capaz de ver luz alguna. Vargas, quien, a su avanzada edad y experiencias, es un misántropo que detesta todas las estructuras que encadenan a la humanidad, no fue sutil y reticente al hablarle a Edd sobre ciertos temas, la mayoría sensibles. El verdadero punto de inflexión en el deterioro de Edd se crea cuando Vargas le enseña a usar armas de fuego. Ello endureció a Edd, pero lo guio por un camino repleto de rencor, envidia y asco. El patriotismo salvaje le entró por las venas y lo llevó hacia un final muy feliz e hilarante. ¡Saludos cordiales, camaradas!