Dagerman, Stig
Con sólo 23 años y con dos importantes novelas a cuestas, La Serpiente (1945) y La Isla de los Condenados (1946), Stig Dagerman, el joven escritor de las letras suecas, emprende, en el otoño de 1946, un viaje por la Alemania destruida, la Alemania en ruinas, como corresponsal del periódico sueco Expresen. Su personal sensibilidad, su falta de prejuicios y su formación anarquista lo predisponen a algo tan insólito en aquel momento: entender el sufrimiento de aquellos alemanes —muchos de los cuales se habían adherido al nazismo— dos años después de la derrota y que, desde el fondo de la humillación y la miseria, a la pregunta que les hacían los periodistas de si antes, en tiempos de Hitler, vivían mejor, respondían que sí. Quede claro que no hay ningún titubeo en el repudio al nazismo por parte de este joven militante anarquista. Pero esto no le impide, más allá de los prejuicios de culpabilidad, mirar de cara el sufrimiento, la humillación y la miseria, y allí donde la gran mayoría de la prensa aliada no ve sino ex-nazis merecedores de castigo, Stig Dagerman sabe llegar al fondo del sufrimiento de estos alemanes, y es capaz de discutir el cinismo del comportamiento de los aliados, con políticas más prontas a favorecer la pervivencia del nazismo que su rechazo. Narra la brutalidad bélica, con los bombardeos sobre la población civil en las grandes ciudades, y no sólo sobre su industria pesada y bélica; asimismo denuncia el discurso de los aliados que demoniza al nazismo para pasar de puntillas sobre las atrocidades por ellos cometidas. En pocas palabras, estamos frente a un extraño testimonio que logra salir de los clichés y las estupideces partidistas.