Cremades, Raúl

En este sugestivo libro de entrevistas treinta personalidades de la vida pública española narran sus recuerdos escolares. El cuestionario al que los protagonistas responden no pretende ser profundo ni exhaustivo: ¿Recuerda con afecto a alguno de sus maestros? ¿Recuerda a algún profesor que le marcara especialmente? ¿Qué cualidades debe tener un buen docente? El libro ofrece la variedad de la buena entrevista que sabe adaptarse al discurso del entrevistado, sin por ello dejar de conocer aquello que le interesa. Políticos, deportistas, artistas, periodistas, banqueros, un grupo numeroso de personas ligadas al mundo del derecho, y otros personajes de la vida pública española, entre los que se echa de menos a científicos, responden a esas preguntas desde la intimidad del recuerdo, desde la emoción, desde la propia infancia. Al hacerlo, van ofreciendo una valiosa información acerca de cómo era y cómo fue cambiando la vida en España a lo largo de lo que ya podemos llamar el siglo pasado. Cómo era la vida en casa, las relaciones entre padres e hijos, o la vida en la calle; cuáles eran los valores de la sociedad, las costumbres o las aspiraciones personales. Todo ello conforma la atmósfera que arropa y explica su vida de estudiantes. Muchos fueron los profesores, pero pocos los maestros. Algunos encontraron al suyo en el parvulario, otros en el bachillerato y otros en la universidad. Alguno no tuvo esa suerte. Todo el que encontró un maestro en su recorrido reconoce, agradecido, las consecuencias que tuvo para su vida. La entrevista no se encierra en el recuerdo del pasado y anima al protagonista a proyectarse sobre temas de actualidad: qué le parece la situación de la educación hoy en día, con qué criterio elegiría centro escolar para sus hijos o cómo valora la LOGSE, por ejemplo. Aunque en toda entrevista late la particular concepción del autor sobre el tema por el que pregunta, es en este libro un latido honesto, curioso y receptivo, un latido a favor del entrevistado, un latido interesado en conocer la información y en proporcionarla al lector. Hablar del colegio, de la infancia, de la vida de estudiante es suscitar emociones; emociones que el autor maneja con habilidad, sabiendo huir tanto del tono agrio sobre el pasado como de la ternura empalagosa. Si se tratara de una película, Nadie olvida a un buen maestro sería ese documental veraz donde los personajes hablan mirando a la cámara, sin disfraces, con tranquilidad, transmitiendo lo que fue y es su propia realidad. Cuando se reposa la lectura, el lector puede rescatar del olvido, en un acto personal de justicia, su propia gratitud hacia aquel maestro que hizo la luz en él, aquel maestro paciente y riguroso, aquel maestro que era y que sabía.

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