Sosa Villada, Camila
La novia de Sandro, la amante desahuciada, el hueco sin fondo donde desaparece la esperanza, el paso al borde del precipicio, la encomendada a la Virgencita de los Travestis, la que conoce a los hombres porque lo fue, viene a rescatar la esencia de la poesía: poner el dedo en la llaga, cantar la herida del amor o de los tiempos, hacernos sentir hermosos o patéticos (eso somos), quitarnos la pátina que nos hace respetables para que brillemos por fin frente a algún fuego verdadero, de los que queman y alumbran, de los que nos reducen a ceniza y nos encomiendan a la última verdad del viento. El que quiera pedir perdón, el que quiera curar su mal de soledad o de compañía, conjurar su mal particular o su mal de todos, el que quiera como Vallejo mostrarle al malo su poquitín de bueno y viceversa, el que no quiera morir de sed o de ceguera sin hallar el charquito en el que beber o en el que mirarse, que celebre este libro: porque la poesía se seca si cada tanto no aparece una Camila Sosa Villada para poner otra vez en circulación a las palabras. Sí. La poesía se seca. Como se empobrecía Córdoba hasta que llegó desde Mina Clavero Camila Sosa Villada con sus Carnes tolendas, a revitalizarnos, profundizarnos, mostrarnos la luz y la sombra, y ser señalados como bellos y miserables.