Navajo, Víctor
Sebastián, nacido en 1941, es un adolescente reflexivo y observador que descubre, con solo diez años, el poder de las palabras. Desde entonces, se esfuerza en aprender a usarlas adecuadamente con un solo objetivo: compensar su escasa valentía y fuerza física. Para ello, las colecciona en carpetas etiquetadas por sabores, sentimientos, colores, etcétera, logrando conseguir el respeto de sus compañeros del instituto. «No tendré músculos pero tengo palabras», reflexiona tras su éxito. Amelia es la hija de un fotógrafo combatiente de la División Azul, hecho prisionero por los rusos en 1942, pocos meses después de que ella naciera en Berlín. Repatriado a España tras once años de cautiverio, recupera a su hija y ambos se establecen en Jarana, el pueblo de Sebastián. El joven se enamora de la muchacha y en su diario va describiendo las inquietudes y zozobras que ese sentimiento provoca en él, así como las entrañables relaciones con sus dos amigos, la vida del pueblo y los conflictos físicos y religiosos que le causa su incipiente sexualidad. Dos años más tarde Amelia se traslada a Madrid. Sebastián no soporta la separación e intenta localizarla, emprendiendo una serie de aventuras que somete a prueba su tenacidad e ingenio.