Del Pozo, Raúl
Una de las primeras cosas que tuve que aprender es que la racha existe, que un jugador atraviesa por temporadas propicia y nefastas. Esperan siempre dejar se llevar por los buenos vientos. La frecuencia de ganancias y pérdidas no se ha sistematizado, ni obedece a razones, ni se sabe cuándo empieza o cuándo acaba. A veces empieza cuando un pájaro ensucia un sombrero, o cuando cambia la estación, o en el momento justo que llueve. Viven pendientes de los signos de la naturaleza, de los gatos, de la aparición de seres que traen esperanza. Enseguida comprende que un jugador está siempre expuesto a que se le tuerzan las cosas. Dependen del azar, pero éste tiene sus leyes extrañas, incomprensibles, caprichosas. El cadaver del Moro Muza, un Chulo de putas, traficante y prestamista, aparece en la verja de su chalet con la garganta rajada. Un policía joven e inexperto –en el argot, un per i qui to– y su experimentado y enigmático compañero de investigación intentan desvelar el motivo de su asesinato y, poco a poco, se sumergen en un inframundo regido por los castigos, los símbolos y las sinrazones del juego. A través de una tensa intriga enmarañada por una serie de oscuros personajes duchos en la “ciencia de vilhán”, con un ritmo que imanta y, sobre todo, con una prosa precisa, cruda y magistral –la obra figura hoy entre las fuentes documentales que la Rae utiliza para trabajar con la jerga del mundo del juego–, Raúl del pozo se hizo oficial mente novelista. En 1994 con este libro, noche de Tahúres, que almuzara recupera en el 25 aniversario de su publicación. Este apasionante viaje al fin de un Averno regido por burlangas, truhanes, asesinos y mujeres fatales no dejar indemne al lector que apuesten por él.