Boileau-Narcejac
Mareuil contempló el cuerpo que yacía a sus pies y consultó el reloj. Si no salvaban a Mongeot, se acababa la pista, no quedaba nada. Una pared. Mongeot había sido alcanzado en el pecho. El comisario abrió la camisa ensangrentada y examinó la herida. El pulmón probablemente había sido atravesado, lo cual explicaba la respiración silbante y el líquido rosado en la comisura de los labios. Con un poco de suerte, Mongeot hablaría. La clave del misterio estaba allí, bajo aquella frente pálida y casi fría. Ideas conocidas empezaron a atosigar su mente. ¿Suicidio? ¿Accidente manipulando el arma?