Francos, Ania
Desde hace tres años, Lola, una abogada francesa de origen judío, sobrevive a un cáncer de mama que ha minado su cuerpo. La enfermedad la introduce en un mundo de desesperación que reaviva las frustraciones y los deseos no realizados en el pasado. En su madurez, madre soltera de un hijo de trece años, rememora los tiempos de la obsesiva “Lodja”: infancia en la que vivió la persecución de su pueblo y mitificó la presencia amada de su padre. Pasado y presente llegan a mezclarse de tal modo que el cáncer es visto como un vagón blindado hacia un destino desconocido, pero las deportaciones de los judíos a Auschwitz también significan miedo y éste es, precisamente, el enemigo de Lola. A sus cuarenta años, la vida empieza cuando descubre la certeza de su muerte, la evidencia de los desahuciados hacia un viaje sin retorno. Entre ellos, la existencia humana tomará un valor diferente; conseguirá la solidaridad entre mujeres de distinta clase social, más allá de razas, credos o costumbres intrínsecas a cada una de ellas. Partiendo de su propio drama, Lola nos ofrece un juego de espejos, de imágenes paralelas, por los que se reflejan Marie-Aude, Marianne, Zubeida, la pequeña Anna o la añorada France. Son mujeres con una experiencia individual, unidas ahora por un destino común, enlazadas en una relación fuera de los límites de lo cotidiano, puesto que su tragedia modifica el sentido de la realidad. Lola intenta objetivar el presente sintiéndose su heroína, casi de un modo cinematográfico o literario. La vida, una vez más, le ofrece transformarse en lo que hubiera deseado ser, tal vez, amarga ironía, su, idolatrado amigo Simon Bergman. El mundo es un gran cáncer, como lo era ser judía (pensaba la pequeña Lodja), y hay que aceptarlo para poder vencerlo. En la plena consciencia de su enfermedad, desde su “privilegio”, Lola y sus compañeras celebran su enfrentamiento con la muerte y huyen del futuro. La cuarentona judía Friedlander decide aceptar las células cancerosas en su cuerpo como decidió aceptar su sexo femenino. Pero esta vez aceptar significa transgredir la temerosa Lodja, las obsesiones individuales, las culpabilidades sin causa, descubrir que no es la muerte lo que la acecha sino el miedo al miedo. Mientras, en el exterior, la violencia del mundo parece congratularse con la amargura de Lola, con este colectivo de mujeres conectadas por un drama común. Esperas, ansiedades de un grupo maldecido por el azar, se combinan y confunden en esta obra profundamente emotiva. Su autora, Ania Francos, se adentra de forma directa en una temática actual, punzante y cálida al mismo tiempo, para plantear no sólo un diálogo con la muerte, sino la búsqueda de un espacio vital e inducirnos a una esperanzadora reflexión sobre la vida.