Himes, Chester
Al lector que no conoce de Chester Himes más que el Harlem rabelesiano en el que se desatan las pasiones de malhechores y nacionalistas, como en Un ciego con una pistola, o partidas galantes con las que María Mason anima su cruzada por la armonía entre las razas, Violación le reserva más de una sorpresa. ¿Relato policíaco? Sin duda. Pero no la aventura subida de tono y recia de lenguaje que generalmente lleva a los detectives Ed Ataud y Sepulturero de timba en burdel, de pederasta albino a macarra disfrazado de monja, tras la pista de algún pez gordo que se escuda entre los bandidos del hampa. No es el estilo policíaco de Himes, más próximo, al margen de su imaginativa locuacidad, de un Chandler o de un Dashiel Hammet que de un George Simenon; es un curioso despiece de la forma misma del sumario desde el descubrimiento del cadáver hasta la sentencia. Todo ello en quince partes cuyos títulos reflejan ya en su generalidad un rechazo deliberado de los hilos del suspense en beneficio de una exposición científica, clínica hasta sus máximos límites. Fragmentación, recorte, disección que pone en carne viva las articulaciones de la estructura para oponer las perspectivas y, en encuadres sucesivos, buscar el fallo en el razonamiento, los prejuicios que desvían la investigación y la hacen derivar.