Silverberg, Robert
Había azul en lo alto y un azul diferente debajo, dos inmensos vacíos inaccesibles, y las naves parecía estar casi flotando suspendidas entre un vacío azul y el otro, sin tocar a ninguno de los dos, perfectamente calmas. Pero en realidad estaban sobre el agua, el medio al que pertenecían, y no por encima de ella, y avanzaban en forma constante. Llevaban ya cuatro días y cuatro noches alejándose sin parar de Sorve, navegando siempre hacia las lejanías del mar sin caminos.A tempranas horas de la mañana del quinto día, Valben Lawler subió a la cubierta de la nave capitana. Cientos de hocicos largos y plateados asomaban del agua por todas partes. Aquello era algo nuevo. También el clima había cambiado: el viento había amainado y el mar estaba apacible, aunque no exactamente calmo, sino de una manera particularmente eléctrica, potencialmente explosiva. Las velas estaban flojas, las cuerdas pendían laxas. Una fina y nítida línea de niebla cortaba el cielo como un invasor proveniente de otra parte del mundo.