Mujica Lainez, Manuel
Galaz de Bracamonte, el protagonista de esta historia, ha sido bautizado con el nombre del hijo de Lanzarote del Lago. Llamarse como el héroe que rescata el Santo Grial y pertenecer, aunque sea a través del mundo de la ficción, a la pléyade de los más famosos caballeros andantes, signa su destino. (Que lo diga, si no, Don Quijote.) Cuando hace su aparición en la novela como paje del obispo de Buenos Aires tiene solo diecisiete años. Es el segundón de una familia en decadencia, huérfano por añadidura, y está bajo la tutela de una tia, personaje digno de la picaresca como él. Su creador no le ha ahorrado la facha desmañada aunque salve el hecho de que ha nacido en la ciudad, de la que, como se sabe, tomará nombre. Y éste, finalmente, será su honor, porque aparte la pintura psicológica (la de un adolescente del siglo XVIII), Don Galaz de Buenos Aires es el vivo retrato de una Buenos Aires colonial presentada por primera vez como protagonista.