Weis, Margaret & Hickman, Tracy
Al inicio de este tercer y último volumen de la trilogía, la situación es un tanto caótica: las tribus del desierto están vencidas y desesperadas, el emir Gannadi sostiene una guerra fría de poderes con el imán, Meryem sigue intrigando y seduce a Achmad, hermano del califa Kharnan, y los dioses se reúnen, sin éxito, para dilucidar su propio conflicto. Akhran, deidad de los nómadas, aparece agotado y sangriento debido, simbólicamente, a la falta de fe de sus seguidores. Los djinn, por su parte, se proponen eliminar a Kaug, y Pukah concibe en ello un plan basado en el engaño, pues por la fuerza jamás vencerían.
Así las cosas, y abandonados por los inmortales, Khardan, Zohra, Mathew y Auda ibn Jad, el Paladín Negro de Zhakrin que se ha unido al califa mediante un juramento de hermandad, hacen un largo y accidentado viaje hasta el Tel, lugar dernasentamiento de las tribus nómadas. Mathew está a punto de morir en Serinda, la antigua Ciudad de la Muerte.
A su llegada a los campamentos del desierto, Khardan logra reivindicarse ante su pueblo y es nombrado Profeta de Akhran; a partir de ese momento, las aventuras y situaciones comprometidas se suceden una tras otra, siendo la magia uno de los elementos fundamentales para la consecución de los propósitos de los protagonistas.
Finalmente, la Rosa del Profeta ha florecido y la Gran Guerra entre los dioses y los hombres toca a su fin. Con ella se ha demostrado que el destino de los humanos está en manos de las divinidades pero que también éstas sufren las consecuencias de las acciones de sus criaturas.