Le Carré, John
La guerra fría no ha concluido; sólo ha cambiado de escenario. Ahora los contendientes son el Islam y las democracias occidentales o, al menos, ésa es la identidad que se atribuyen. Sólo hay algo indudable: los dos compiten en infamia y desprecio por los derechos humanos. John Le Carré ha escogido este conflicto para ambientar su última novela, demostrando una vez más sus extraordinarias cualidades como narrador y experto en política internacional. Tras sus deslumbrantes inicios, Le Carré reveló ciertas debilidades: tramas ininteligibles que a veces desdibujaban a los personajes; cierta tendencia a los estereotipos; una prosa escasamente elaborada. Esas deficiencias se compensaron con la invención de Smiley, un espía que rebosa humanidad, flaqueza e ingenio. Sagaz, escéptico, falible, Smiley podría encajar en El hombre más buscado, un relato perfecto donde no hay nada ejemplar ni esperanzador, donde prevalecen el egoísmo, la mentira y la manipulación y el ciudadano descubre su impotencia frente al poder de los servicios secretos, que invocan la lucha contra el terrorismo para justificar la tortura, las desapariciones y las cárceles clandestinas. Después del 11-S, Hamburgo se convirtió en una ciudad bajo sospecha. Había acogido a algunos de los autores del atentado, incluido Mohammed Atta. La necesidad de evitar nuevos huéspedes indeseables impondrá a los inmigrantes el estado de excepción. La presencia de Isa, un checheno que ya ha sido torturado por sospechas infundadas, cambiará la existencia de personajes acostumbrados a una rutina que apenas esconde su insatisfacción. Brue, un banquero inglés y sesentón, descubrirá que su padre -un caballero de las finanzas- había creado cuentas secretas para lavar dinero. Eso no le trastornará tanto como su relación con Annabel, una abogada especializada en asistir a inmigrantes. Ambos se implicarán en evitar que Isa, acusado falsamente de colaborar con el terrorismo, regrese a las manos de la CIA, pero sus esfuerzos serán inútiles. Brue se enamorará sin esperanza de Annabel, reconociendo que su trabajo en el banco no es menos deshonesto que la guerra sucia entre fundamentalistas y las potencias democráticas. La inteligencia alemana organiza sus operaciones desde unas antiguas caballerizas de las SS. Abdullah, líder religioso musulmán con residencia en Hamburgo, promueve el entendimiento entre el Islam y el resto de las religiones, mientras busca recursos para financiar el terrorismo. Los norteamericanos actúan con inusitada brutalidad, alegando la doctrina de la seguridad nacional. La tortura reemplaza a la política, pues es la herramienta más eficaz para intimidar y destruir al ser humano. A veces muere un inocente, pero es inevitable. En ese contexto, todos los personajes se deslizan hacia una degradación moral propiciada por una estrategia perversa. Al final, pierden todos, especialmente los ciudadanos, que ya no pueden confiar en sus Estados, más preocupados de exterminar al enemigo que de respetar sus propias leyes. Después de leer El hombre más buscado, es imposible no considerar que la pax americana -al menos durante el gobierno de Bush- sólo fue una fachada concebida para justificar el terrorismo de estado.