Glez, Montero
Sed de champán no es un producto cualquiera. Tiene las características de la novela negra --y lo es, sin duda, porque narra un sangriento ajuste de cuentas entre gitanos y pandilleros argentinos en el inframundo de la delincuencia--, pero ha sido sometida a un tratamiento literario gracias al cual sobrepasa tanto las fronteras convencionales del género como lo que la obra tiene de testimonio social, centrado en vidas marginales y con una galería de personajes donde sólo hay pistoleros, ladrones, prostitutas, magistrados envilecidos, asesinos y camellos de poca monta. Personajes como el Charolito -gitano robacoches y camandulero--, Dolores Laredo -cuya vida es un descenso imparable a los infiernos--, el Flaco Pimienta -el maleante argentino sutilmente retratado hasta en los tics del habla--, Carmelilla o el tío Paciencias, entre otros, permanecen en la memoria del lector, una vez concluida la novela, con una consistencia poco común. Las voces narrativas se mezclan, el relato va y viene del presente al pasado con una libertad absoluta, pero todo se halla ahormado por una visión de las cosas que encuentra en el estilo su expresión solidaria.